El misterio del cuarto amarillo
(Gaston Leroux)
Gaston Leroux |
Escritor
de novelas detectivescas y periodista de origen francés (1868-1927), Gaston
Leroux pasó a la historia por ser el autor (1910) de “El fantasma de la Ópera”
(No creo que les deba recordar todas las versiones fílmicas y teatrales que han
germinado de esta obra). Leroux era un
personaje en todo el sentido de la palabra.
Heredero de millones vivió frugalmente hasta casi quedar en
bancarrota. Obligado a ganarse la
vida, trabajó en varios periódicos de
prestigio internacional y cubrió eventos de interés histórico (estuvo presente
y cubrió la Revolución Rusa) hasta que, de forma súbita, dejó el periodismo y
empezó a escribir. Su primera obra salió
en 1908 y se tituló “Le mystere de la
chambre jaune” (El misterio del cuarto amarillo), la cual reseñamos a
continuación.
Idea
general:
Una
joven se retira a su habitación a dormir.
Poco después se escuchan gritos, sonidos de pelea y la palabra
“Asesino!”. El ruido de disparos completa
la escena, mientras los otros miembros de la familia tratan de entrar en la
habitación, que se encuentra cerrada por dentro. Tras varios esfuerzos el padre y un sirviente
tumban la puerta, para encontrarse a la joven herida, sangrando en el
piso. No hay más nadie en la estancia y
la única salida es una ventana bloqueada con barras. ¿Cómo escapó el criminal?
Opinión:
Es
un libro interesante, pero debe tomarse en su perspectiva temporal. Ya que se escribió en la primera década del
siglo XX, no esperen una investigación con medicina forense, ADN o
persecuciones a toda velocidad. Es un
ejemplo de la novela detectivesca de su época.
Un misterio (un intento de asesinato), donde lo importante no es tanto
la identidad del asesino (aunque esto
también es un misterio), sino el cómo.
¿Cómo una persona logró salir de una
habitación con solo dos entradas – una puerta cerrada por dentro y
una ventana con barras de hierro en el
exterior?
Este
es el escenario de la historia. El
personaje principal, el periodista-detective amateur Joseph Rouletabille, no es
un mal personaje y sus habilidades de deducción compiten con las de Sherlock
Holmes (Sir Arthur Conan Doyle) y el Inspector Lupin (Edgar Allan Poe), con
quien es comparado poco después de su publicación. Incluso el narrador de la historia hace las veces de un Dr. Watson (un
cronista de las hazañas de Rouletabille).
No es un mal instrumento, pero lo abandona en la mitad de la historia y
deja la narración en manos de las notas de Rouletabille. Esto, de alguna forma, afecta la fluidez de
la narración. No me puedo explicar mejor. Es una sensación que tuve al leerlo.
Disculpen. Me estoy alejando de mi línea de
discusión. Mi punto es que comparar a
Rouletabille con dos grandes personajes de la literatura detectivesca no lo
hace necesariamente un personaje interesante. Tiene 18 años y es algo irritante por momentos.
Además, creo que el autor abusó mucho del “Principio de la Paciencia Estirada”
(ya lo mencioné en otra reseña). Rouletabille
escucha un detalle, lo remarca con alguna pregunta o comentario sin sentido
aparente (¿Cómo llevaba el cabello peinado la señorita Stangerson esa noche?) y
lo deja así hasta el desenlace (en medio de un juicio, donde el novio de la
víctima es acusado de ese y otros crímenes).
Es un buen instrumento para mantener la tensión, pero algo desesperante
después de un tiempo.
Igual
que con otras obras del mismo periodo, lo importante es el misterio. La trama.
Los personajes son secundarios, por lo que no hay desarrollo de sus
personalidades. La historia lo es todo y
no hay conflictos internos o externos que resolver (algo muy curioso,
considerando que al autor escribió después una historia que se basa
precisamente en ese detalle: El Fantasma de la Ópera). Esta forma de escribir no es del agrado de
muchos lectores modernos, pero para muchos de nosotros con varias décadas en
los hombros, fueron nuestras primeras lecturas y nuestra introducción al mundo
de las noveles detectivescas. Aprendimos
de ellas y podemos disfrutarla a pesar de los cambios que llegaron después (una
de las ventajas de tener varios kilómetros de vida recorridos).
Lo
malo es que, en orden de preservar la trama, el autor obvia pistas importantes
para mantener la tensión y eso (me disculpan si
no están de acuerdo) es imperdonable. Por ejemplo, la Srta. Stangerson nunca es asesinada. Es víctima del
desconocido atacante (varias veces) y jamás es capaz de decir que le pasó en
realidad. Nunca es interrogada de una
forma apropiada y eso en ninguna época o lugar hubiera ocurrido. Tratar de insinuar que de tantos ataques
había perdido la razón, es una excusa barata para justificar esta falla.
Como
todo buen misterio, el responsable sale como una sorpresa. Para algunos puede hasta parecer algo
forzado, pero el autor lo planeó así y con el poder creador del dueño de la historia no se discute. Acepten la realidad y sigan con sus vidas.
Conclusión:
Es
un libro interesante, pero el tiempo tiene sus consecuencias. Si lo hubiera leído en su momento (recién
salido de la imprenta), es muy probable que lo hubiera disfrutado mucho (se
dice que Agatha Christie decidió escribir su primer libro después de leer “El misterio del cuarto amarillo”. No conozco si esta historia tiene alguna base
de realidad, pero si es verdad solo puedo decir: Gracias Sr. Leroux!). Si lo hubiera encontrado en mi adolescencia,
cuando empezaba a enamorarme del género (Cianuro Espumoso de Agatha Christie fue el primero), creo que también lo
habría disfrutado mucho.
A
estas alturas de mi vida llevo demasiados libros en mi cabeza (propios y
extraños), por lo que cualquier trama que caiga impresa en mis manos sufrirá el
celoso y exigente escrutinio de los autores ya leídos. Desde esa perspectiva sigue siendo un buen
libro, pero no destaca demasiado.
¿Disfruté
leerlo? Seguro.
¿Lo
leería de nuevo? No.
¿Lo
recomendaría? Depende de lo que
busquen. Si lo suyo son las historias
ambientadas en el pasado, enfocadas en la trama y en la resolución del
misterio, sin mucho desarrollo personal de los personajes, les diría que le den
una oportunidad. Apuesto a que lo disfrutarán.
En
caso contrario, fueron advertidos.
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