Rafael Menjivar Ochoa |
Muchos escritores centroamericanos han tenido que modificar sus vidas debido a los problemas políticos en que estaban sumidos sus países de origen. Menjivar Ochoa (escritor, músico, reportero y novelista) no fue la excepción. Nació en El Salvador, pero tuvo que vivir exiliado en Nicaragua, Costa Rica y México. Regresó a su tierra en 1999, donde fungió como director de literatura y luego fundó La Casa del Escritor, un proyecto diseñado para enseñar a nuevas generaciones de escritores. En 1990 ganó el Premio Latinoamericano de Novela "Ramón del Valle
Inclán" y en 1984 recibió el premio Latinoamericano de Novela EDUCA. En su haber hay más de una decena de libros, algunos traducidos a otros idiomas, pero hoy reseño uno de sus últimos libros. Rafael Menjivar Ochoa falleció el 27 de abril de 2011, pero sus palabras quedaron para la posteridad. Un ejemplo, "Cualquier forma de morir".
Idea básica:
Ese
año todos se suicidaron: políticos, agentes antinarcóticos, el director
de un periódico, un empresario y un juez que
enjuiciaba a narcotraficantes. Éstos, mientras tanto, toman unas
vacaciones en la cárcel y desde allí manejan los hilos de la corrupción y
deciden los
siguientes suicidios, entre ellos el del candidato presidencial. Un
simple policía, encarcelado como chivo expiatorio, se ve arrastrado por
el
torbellino de muertes y trata de salir con vida de un lío que no
comprende, con una buena dosis de pragmatismo y de violento humor negro.
Cualquier forma de morir es parte de la saga de novelas negras iniciada por Rafael Menjívar Ochoa con
Los años marchitos (1990), Los héroes tienen sueño
(1998) y De vez en cuando la muerte (2002).
Opinión:
Un libro muy interesante, ambientado en México (aun cuando el autor era de El Salvador, vivió en México por casi 23 años y siguió activo en el país, publicando libros o dirigiendo otros proyectos). La historia empieza con un policía antinarcóticos (nunca se sabe su nombre) que se encuentra en prisión por culpa del narcotráfico. Casi todos los personajes son mencionados por un apodo (El Ciego, El Perro, El Coronel, etc), lo cual le da un enfoque muy curioso a una trama diferente. No piensen que los apodos encasillan a los personajes. Son solo una forma de referirse a ellos. Sus personalidades son mucho más complejas. Los únicos con derecho a nombres (los Celis, Francisco y Santiago), son los narcotraficantes que controlan su negocio y organizan una que otra fiesta desde el interior de la prisión.
El policía es contratado por los narcos que controlan la prisión para que ayude en los "suicidios" de ciertas personas, no sin antes ser usado de chivo expiatorio. El autor describe el comportamiento de la sociedad, los medios de prensa y los políticos de turno ante muertes que, en varias ocasiones, son claramente provocadas. Maneja la corrupción y la capacidad del poder (independiente de quien lo tenga) de modificar la forma como vemos el mundo en sus palabras y los hará pensar en las noticias que leen todos los días.
No hay un crimen que resolver y hay (como lo dice el título) muchas formas de morir (muertes oficiales, desapariciones, suicidios). Más bien es una historia contada con maestría sobre como el policía tiene que lidiar con el hecho de estar a merced de otras personas, como está forzado a ayudarlos para sobrevivir y quiénes son los verdaderos titiriteros detrás de todo. Como todo buen libro, las cosas no son lo que parecen y tiene un final apropiado y hasta con cierta ironía poética.
Conclusión:
Un libro diferente para ser saboreado. Hay violencia sin sentido, muertes que parecen no estar conectadas y locuras sociales que parecen no tener lógica, hasta que uno se detiene a pensar que cosas así se ven y leen todos los días (si tan solo uno pudiera estar seguro que la palabra impresa no es una mentira). Recomendado.
Cita del libro:
"No te veo vocación de cadáver".
Curiosidades:
Rafael Ochoa en uno de sus talleres en la Casa del Escritor |
En su blog (rmenjivar.blogspot.com) publicó el primero de febrero de 2011 (unos meses antes de morir por culpa de un cáncer de colon) una columna titulada "La Palabra" en la que trataba de explicar el por qué de su dedicación a las letras:
"Uno escribe porque es lo único que sabe
hacer, y haría lo mismo en las mismas circunstancias siquiera por pasar
el tiempo, siquiera porque es lo oportuno... (Escribo en el hospital, y
me llevo un par de horas en la madrugada en tan sólo un par de
párrafos".
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