Defendiendo a los culpables. Verdades y mentiras en el juzgado (Alex McBride).
Alex McBride |
No es mi tipo normal de lectura, pero está tan íntimamente relacionado que cuando me topé con este libro tuve que leerlo. Es una visión muy personal de un abogado criminal del sistema británico de justicia. Alex McBride cuenta en este libro sus inicios, sus metas, frustraciones y trucos para conseguir algo que para muchos bordea los límites de lo moral o ético. Defender y sacar de vuelta a la calle a criminales de todo tipo, algunas veces sabiendo que era culpable. Fue nominado para el premio Daga de Oro (No Ficción) de la Asociación de Escritores Criminales (2010). Una lectura sugerida (con ciertas advertencias) para los amantes del género, pero en particular para los escritores. Nada como algo de realidad para abrir nuestros ojos y recordarnos que siempre la realidad será mejor que la ficción.
Idea general:
Cada día el abogado criminal Alex McBride se para en la corte y trata de salvar a personas de ser encarceladas, muchas veces de por vida. Algunas veces son casos imposibles. Otras, tiene posibilidades de ganar. La mayoría de las veces, sus clientes son culpables.
En Defendiendo a los culpables, McBride nos lleva a un detrás de escenas del sistema criminal británico. Nos muestra personajes extraordinarios e historias sorprendentes. Ya sea defendiendo adolescentes en la corte de jóvenes o ladrones de lingotes de oro, sus narraciones parecen operar de formas inesperadas. En el fondo una pregunta que late como un corazón herido: ¿Cómo asegurarse que los culpables paguen sus crímenes y los inocentes salgan libres?
Opinión:
El libro comenzó de una forma que prometía mucho. El autor cuenta uno de los casos en los que participó, cuando era solo un pupilo. Eric se llamaba el cliente. Estaba acusado de asesinar a un joven, cortarlo en pedazos y tratar de botar los fragmentos (seis) usando la basura comunal del edificio donde vivía. No era un asesino sofisticado o inteligente, aunque ciertos hallazgos de los cortes del cadáver sugerían que quizás no fuera su primer crimen. Se equivocó sobre el día que recogían la basura y el cuerpo empezó a oler mal. El administrador del edificio se acercó al basurero con el pedazo de torso y pensó que era un perro muerto. Decidió no complicarse la vida y empujó la bolsa a la calle, con lo que dejaba de ser su responsabilidad y pasaba a ser del sistema de recolección de basura del municipio. Ese detalle fue la perdición de Eric, pues un policía que pasaba por allí, luego de ser atraido por el olor, decidió explorar un poco más y bueno... se imaginan lo que pasó después.
Alex McBride resume de una forma muy peculiar la experiencia.
Sentarse para una confortable conversación a unos pasos de un joven acusado de cortar a otro ser humano para su gratificacion personal era una forma muy peculiar de pasar un miércoles por la tarde.
Deben aceptarlo. Frases como esas son especiales y los sueños de la mayoría de los escritores. Pocas líneas que se quedan con el lector después de cerrar el libro. Agreguen el dilema moral al que se enfrentaba el estudiante. Tenían a alguien que sabían era culpable. ¿Cómo podían defender a alguien así (con la posibilidad de liberarlo y dejarlo suelto en la calle para hacer lo mismo o algo peor)?
Para tranquilidad de todos, Eric fue declarado culpable y terminó con sus huesos en la cárcel, pero fue un excelente inicio.
A partir de allí pierde algo de su vitalidad inicial. Los casos que McBride menciona son interesantes (ladrones de lingotes de oro, estafadores, policías abusivos, pirómanos) y los personajes son lo mejor de todo, pues no podemos olvidar que no son frutos de la imaginación del autor. Son reales y sus actos, por insensatos que puedan parecer, ocurrieron de verdad. De allí mi punto de que, para un escritor, este libro brinda una perspectiva única que no debe desperdiciarse.
Ahora, el propósito de un libro debe ser entretener y en algunas partes McBride se tornó demasiado técnico o abusó de la historia. Acepto que era necesario. Después de todo, el sistema británico de justicia me es desconocido por completo, con excepción de la imagen visual que viene a la mente cuando pensamos en ellos.
Dato curioso: El uniforme de los abogados incluye una peluca (una moda francesa que se hizo popular gracias a Carlos II), una toga (diseñada para llorar la muerte de Carlos II), un collar almidonado y esas cosas algodonosas llamadas Bandas (Alex McBride, prólogo).
Lo malo es que ese requisito tornó fragmentos del libro en secos y aburridos. Fue como leer la escena de "El Silencio de los Inocentes" cuando Lecter le dice a Clarice como se comió el hígado del censor que trató de aplicarle una encuesta y después Lecter se pusiera a disertar sobre las preguntas que incluía el test y por qué pensaba que estaban mal diseñadas. Algo más de realidad y menos explicaciones hubieran hecho este libro mucho más memorable.
Conclusiones:
Si están dispuestos a olvidar los momentos llenos de fragmentos de historia y procedimientos legales, es un libro muy entretenido. Recomendado para los que buscan inspiración, disfrutan con los dramas dentro de un juzgado o planean escribir un libro sobre un abogado británico.
Pregunta moral para ustedes:
Uno de los casos que McBride menciona en su libro es sobre un hombre acusado de abusar de una menor (14 años). El hombre tenía una hija de casi la misma edad (16 años) que estaba a punto de graduarse de la escuela. McBride le recomendó que se declarará culpable de "meterle mano y manosearla un poco", con lo que conseguiría una sentencia suspendida (otra forma de decir que saldría libre). Parece inapropiado (el hombre había sido acusado de atacar menores en el pasado), pero el argumento de su abogado era que la hija estaba a punto de terminar la escuela. El acusado la tuvo que criar por si solo desde pequeña debido a la muerte de la madre. ¿Era justo que la hija pagara por lo que hizo el padre? ¿Qué pasaría con ella si él terminaba en prisión?
No pueden negar que el personaje de McBride es digno de su propio libro (como héroe o villano, se los dejo a ustedes).
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