Juan Bolea |
Licenciado en geografía e historia. Periodista y escritor. Esos son algunos de los títulos que ostenta el literato español Juan Bolea, autor de 14 libros a la fecha en los que el género negro toma un sitial predominante. Sin embargo, la descripción queda corta. Juan Bolea fue nominado al premio Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón por su libro Orquideas Negras y se hizo merecedor del premio Abogados de Novela (2011) por La melancolía de los hombres pájaros. Por si fuera poco, es uno de los motores detrás de uno de los más importantes festivales del género en España: Aragón Negro.
Tuve la fortuna de conocerlo en la Feria Internacional del Libro de Panamá (2015), donde compartimos escenario hablando de uno de nuestros temas favoritos. El género negro.
Tuve la fortuna de conocerlo en la Feria Internacional del Libro de Panamá (2015), donde compartimos escenario hablando de uno de nuestros temas favoritos. El género negro.
Como en este momento se celebra el festival Aragón Negro (2016), mi cerebro me recordó que sus dos primeros libros marcaron mi sendero como escritor de formas que no me podía imaginar (es una historia curiosa que incluye sus libros, un profesor español, las redes sociales y a Lorenzo Silva, a quien también tuve el placer de conocer, pero en Córdoba. No se preocupen. Más tarde les cuento el episodio con más detalles). Por esa razón recapturo una de las secciones que tenía abandonada en este blog y dedico el primer "Análisis de Serie" (2016) a Martina de Santo.
Libro 1: Los hermanos de la costa.
Un
cadáver con las cuencas de los ojos vacías y las manos seccionadas
aparece en una playa desierta, a dos horas de la población costera de
Portocristo. Todo indica que un ritual de ribetes satánicos ha tenido
lugar sobre la enorme losa que los cazadores de cetáceos usaban en
tiempos para descuartizar sus capturas.
Martina de Santo, la subinspectora de policía que han enviado desde la capital, tropieza casi de inmediato con una extraña hermandad integrada por jóvenes artistas que profesan en sus creaciones un morboso culto a la muerte. Portocristo, además, tiene un historial considerable de muertes poco naturales. Sólo unos meses atrás, el farero de la Isla del Ángel, donde se halla el cementerio municipal, apareció despeñado entre las rocas, al parecer por accidente. El caso fue archivado. Ahora, las autoridades locales se empeñan en atribuir el salvaje asesinato de la Piedra de la Ballena a las bandas de narcotraficantes que merodean por la accidentada costa de la zona.
Martina, con su estilo frío y tenaz, y una sofisticada profesionalidad que no suele granjearle demasiadas simpatías, cuestiona esa línea de investigación. Y cuando un nuevo cadáver —atravesado con un arpón— se suma a la lista de víctimas, decide ir a reconocer por su propia cuenta los solitarios escenarios de ambos crímenes. Con un desbordante talento para la intriga y la creación de ambientes inquietantes, Juan Bolea ofrece en Los hermanos de la costa una trama trepidante que atrapa al lector desde la primera página hasta un explosivo final.
Martina de Santo, la subinspectora de policía que han enviado desde la capital, tropieza casi de inmediato con una extraña hermandad integrada por jóvenes artistas que profesan en sus creaciones un morboso culto a la muerte. Portocristo, además, tiene un historial considerable de muertes poco naturales. Sólo unos meses atrás, el farero de la Isla del Ángel, donde se halla el cementerio municipal, apareció despeñado entre las rocas, al parecer por accidente. El caso fue archivado. Ahora, las autoridades locales se empeñan en atribuir el salvaje asesinato de la Piedra de la Ballena a las bandas de narcotraficantes que merodean por la accidentada costa de la zona.
Martina, con su estilo frío y tenaz, y una sofisticada profesionalidad que no suele granjearle demasiadas simpatías, cuestiona esa línea de investigación. Y cuando un nuevo cadáver —atravesado con un arpón— se suma a la lista de víctimas, decide ir a reconocer por su propia cuenta los solitarios escenarios de ambos crímenes. Con un desbordante talento para la intriga y la creación de ambientes inquietantes, Juan Bolea ofrece en Los hermanos de la costa una trama trepidante que atrapa al lector desde la primera página hasta un explosivo final.
Libro 2: La mariposa de obsidiana.
En su primer día de vigilancia, la guardia jurado del Palacio
Caballería, donde se viene celebrando una exposición dedicada a
sacrificios humanos, es atrozmente asesinada. El crimen es perpetrado de
noche, en la soledad del museo, y responde a la escenografía de los
antiguos sacrificios aztecas. Para llevarlo a cabo, el criminal ha
podido utilizar uno de los antiguos cuchillos de obsidiana que se
mostraban en la exposición. Con la misma arma, arrancó la piel a su
víctima, abandonando el cadáver sobre la piedra del sacrificio, en una
macabra reproducción de los ritos que históricamente tuvieron lugar en
las pirámides aztecas. A partir de ahí, la policía atribuirá el salvaje
asesinato a un criminal perseguido por la comisión de otros homicidios
recientes, algunos de los cuales se llevaron a cabo igualmente con
bárbaras mutilaciones. Sin embargo, la subinspectora Martina de Santo
apuntará pronto en otra dirección, eligiendo una línea de investigación
que la conducirá por derroteros muy distintos. +
Antes de empezar:
Mi opinión es bifásica. Para poder explicar el motivo, debo contarles la anécdota que mencioné al inicio.
Mi mentora es Agatha Christie. Sus libros fueron los que me presentaron el género y fueron sus páginas las que me guiaron por los derroteros del crimen y el misterio. De no ser por ella, tal vez no estaría escribiendo estas palabras.
Después de terminar todas sus obras y sediento de esa sensación que solo alguien que adora el género conoce, descubrí una revista que vendían en mi país. Me volví fanático de sus cuentos y fueron mi primera ventana a un mundo más allá de los crímenes victorianos a los que estaba acostumbrado. Si la Dama del Crimen fue mi mentora, Alfred Hitchcok Mystery Magazine fue mi maestra. Me mostró otras voces y otras historias y me introdujo a lo que llamo la "Escuela Americana" del género negro. No me refiero a Chandler o a Hammett, sino a ese estilo muy norteamericano de escribir historias de intriga. Después pasé a los libros de Connelly, Patterson y otros. Esa era mi escuela y en ella crecí.
Esa escuela se caracterizaba por los "asesinos en serie" y no es de extrañar que cuando intenté hacer lo que mi corazón me pedía que era escribir mi propio libro, lo primero que me salió fue un asesino en serie. Era un médico obstetra que asesinaba embarazadas y disfrazaba sus muertes como causas naturales (lo que pensé me hacía original, sobretodo porque me enfoqué en el asesino como personaje principal), pero no era más que un reflejo de mi educación literaria. Mi voz tomó el sonido y ritmo de los libros que leía.
En este punto pensé leer algo en español y mi camino se cruzó con "La mariposa de obsidiana" de Juan Bolea. Lo compré para luego descubrir que era el segundo en una serie. Lo dejé, compré el primero (Los hermanos de la Costa) y leí los dos. Al terminarlos quedé confuso (aquí les sugiero terminar la historia hasta el final. No sea que vayan a pensar otra cosa. Como dije, es un cuento en dos fases). No comprendía el éxito del autor (un tal Juan Bolea). Pensaba que podía escribir historias más interesantes y que esos libros no tenían mucho sentido. La forma de escribir me sonaba extraña y eso me hizo desistir de leer en español. Regresé con mis autores norteamericanos conocidos.
Después llegó la Escuela Nórdica, con Larsson y Nesbo y descubrí un estilo diferente. Más visceral y frío. Sin tantos asesinos en serie. Eso fue en el 2012, un año después de publicar "El Efecto Maquiavelo", cuando pensaba que ya era un escritor y que mi libro se vendería como pan caliente recién salido del horno. Ese fue el año que mi editor me convenció (junto con mi esposa) de cambiar mi viejo y confiable Nokia (estilo ladrillo) por un celular inteligente con conexión a todas las redes sociales. El año que perdí mi inocencia.
El tiempo se encargó de mostrarme lo equivocado que estaba en todo. Una sola obra no te hace escritor, los libros requieren esfuerzo para llevarlos al público y las redes sociales no son la panacea para promocionar tu trabajo. El punto es que empecé a leer a Jo Nesbo y cuando iba por el tercer libro (Petirrojo), explorando la curiosa aplicación de Twitter, descubrí una página de novela negra y me volví seguidor. Me divertía leyendo las opiniones de lectores de todo el mundo que, por alguna razón, se centraban en esa Escuela Nórdica, con Jo Nesbo a la cabeza. Un día no pude resistir y opiné sobre Petirrojo (me gustó. Otro día haré la reseña). La primera respuesta que recibí fue de un profesor español (de España, no de la asignatura). Su respuesta se me quedó clavada, al punto que todavía la recuerdo. Escribió que "le hervía la sangre" ver a tantos alabar autores nórdicos cuando existían excelentes escritores del género negro en España. Aquí salté yo (recuerden que pensaba que ya era escritor) y repuse que eso era cierto. Que había excelentes escritores del género negro en español (¿Ven el ingenioso cambio? ¿La forma sutil de mostrarle su error? Eso pensaba yo. Iluso).
El profesor me pidió disculpas y aceptó que tenía razón. Eso me obligaba a ser cortés y aceptar que a pesar de defender los libros escritos en mi idioma, había leido muy pocos. Decidido a aumentar mi bagaje cultural, acepté una de las sugerencias del profesor y compré "El lejano país de los estanques" de Lorenzo Silva.
Y fue aquí que me percaté de mi craso error de años. Me había acostumbrado tanto a la literatura norteamericana que cuando algo me sonó diferente lo deseché. Me tomó varias decenas de libros desintoxicarme y descubrir que el género negro es amplio. Tiene muchas formas de abordarse, muchas aristas que tallar y lo importante es dejarse enseñar. Disfrutar leyendo, sin juzgar o comparar con otros estilos.
El escritor tiene que escuchar cuantas voces pueda, mientras más diversas mejor. Es por eso que desde hace muchos años selecciono mis lecturas por países o buscando autores desconocidos para mi. A veces retomo algún viejo conocido (por eso puedo escribir de series), pero no abuso. No quiero que una voz repetida muchas veces influya en mis escritos.
Dicho esto, un buen día, decidí retomar a Juan Bolea. Vi que el autor llevaba varios libros más y las reseñas volvieron a llamar mi curiosidad. Empecé a leer "Los hermanos de la Costa". Luego, "La mariposa de obsidiana". Casi busco el tercero, pero trato de mantenerme fiel a mi promesa de no más de dos libros de una serie por año.
Son muy buenos libros. Sus historias son interesantes y el personaje de Martina de Santo una mujer fuerte, como hay pocas en el género. Mi reacción fue de admiración, no solo por los libros, sino por mi reacción inicial cuando los leí la primera vez. No comprendía porque no me habían gustado en ese entonces. Fue después de un tiempo que analicé la situación y descubrí el motivo.
El género negro en español es tan diferente al norteamericano (comercial) que encasilló mi concepción de como debería ser un libro de misterio. No solo eso. Me acostumbré tanto a leer libros traducidos que cuando leí uno en mi propio idioma, de una temática que conocía, me sonó irreal. Me olvidé de Agatha Christie y reduje todo un espectro lleno de matices a un solo color. Por fortuna, me hicieron ver mi error y quiero creer que mi escritura se ha beneficiado del cambio.
El personaje de Martina de Santo es fuerte. Una mujer de armas tomar que labora como subinspectora de la Brigada de Homicidios de un pueblo ficticio del Norte de España. Es fría por momentos y cálida en otros. De mente ágil e incisiva. Con enemigos declarados dentro del Departamento que le tratan de hacer la vida imposible. Es ambigua desde muchos ángulos (sexual y personal). Trata de comportarse de acuerdo a las normas, pero reacciona de acuerdo a las circunstancias, haciéndola un personaje real para el lector. A veces puede parecer seca o distante y por esa razón algunos lectores la encuentran superficial. Creo que Martina es un sabor adquirido. Se va degustando y poco a poco nos muestra todos los matices que forman su personalidad.
En el primer libro (Los hermanos de la costa) la asignan para investigar un extraño asesinato. Un hombre aparece mutilado en una región remota de la costa, cerca del pueblo de Portocristo y deberá colaborar con la guardia civil para resolverlo. Es un libro algo lento al principio, pero va tomando velocidad con cada página. A medida que aparecen nuevos crímenes y se desarrollan nuevas teorías que van desde el narcotráfico a las sectas religiosas, Martina pondrá todo su ingenio y habilidades a trabajar. No solo mentales. La tensión se puede palpar a medida que progresa la historia y las ideas preconcebidas en páginas previas perderán valor. Al autor le gusta jugar con el elemento de intriga y sabe manejarlo muy bien, desgranándolo en la medida necesaria para mantener al lector en suspenso. Algunos personajes secundarios fueron desarrollados más allá de lo necesario, quitándole algo de velocidad a la trama, pero sin afectarlo en un sentido global. Un desenlace inesperado complementa la historia que de seguro será del agrado de los lectores del género.
En el segundo libro (La mariposa de obsidiana), una stripper y guardia de seguridad de un museo aparece acuchillada sobre un altar, durante una exposición sobre la historia de la tortura. Un cuchillo de obsidiana, como el usado por los aztecas en sus sacrificios rituales, ha desaparecido. La suposición más lógica es que se trata de un asesinato ritual y Martina es asignada al caso. La trama es mucho más rápida y compleja, comparándola con su primer libro. Los personajes son más desarrollados. Los elementos históricos de las culturas precolombinas le dan el grado de realismo necesario para atraparnos con su trama y una vez lo consigue no los suelta. Igual que con su primer libro, la velocidad va mejorando con el pasar de las páginas y el desenlace los dejará sin aliento.
Algunos lectores se han quejado de ambos libros por ser demasiado violentos. A veces los escritores nos emocionamos con las tramas y en el afán de hacerlas tan vívidas como sea posible, abusamos de la realidad (puedo citar como casos similares a Jo Nesbo con El Leopardo o Val McDermid en El canto de las sirenas), pero eso nunca es una falla desde mi perspectiva. El género negro es realista por excelencia y no podemos empezar a ponernos melindrosos en aras de una versión light para almas sensibles. Si la historia lo exige (y solo si la historia lo exige), no tengo problemas. Lo malo es cuando se hace por el simple placer de crear un elemento chocante para darle emoción a una historia sosa (el equivalente de echarle mucha pimienta a un filete mal sazonado). Ese no es el caso con los libros de esta serie. Sin embargo, quedan advertidos.
El personaje de Martina de Santo es fuerte. Una mujer de armas tomar que labora como subinspectora de la Brigada de Homicidios de un pueblo ficticio del Norte de España. Es fría por momentos y cálida en otros. De mente ágil e incisiva. Con enemigos declarados dentro del Departamento que le tratan de hacer la vida imposible. Es ambigua desde muchos ángulos (sexual y personal). Trata de comportarse de acuerdo a las normas, pero reacciona de acuerdo a las circunstancias, haciéndola un personaje real para el lector. A veces puede parecer seca o distante y por esa razón algunos lectores la encuentran superficial. Creo que Martina es un sabor adquirido. Se va degustando y poco a poco nos muestra todos los matices que forman su personalidad.
En el primer libro (Los hermanos de la costa) la asignan para investigar un extraño asesinato. Un hombre aparece mutilado en una región remota de la costa, cerca del pueblo de Portocristo y deberá colaborar con la guardia civil para resolverlo. Es un libro algo lento al principio, pero va tomando velocidad con cada página. A medida que aparecen nuevos crímenes y se desarrollan nuevas teorías que van desde el narcotráfico a las sectas religiosas, Martina pondrá todo su ingenio y habilidades a trabajar. No solo mentales. La tensión se puede palpar a medida que progresa la historia y las ideas preconcebidas en páginas previas perderán valor. Al autor le gusta jugar con el elemento de intriga y sabe manejarlo muy bien, desgranándolo en la medida necesaria para mantener al lector en suspenso. Algunos personajes secundarios fueron desarrollados más allá de lo necesario, quitándole algo de velocidad a la trama, pero sin afectarlo en un sentido global. Un desenlace inesperado complementa la historia que de seguro será del agrado de los lectores del género.
En el segundo libro (La mariposa de obsidiana), una stripper y guardia de seguridad de un museo aparece acuchillada sobre un altar, durante una exposición sobre la historia de la tortura. Un cuchillo de obsidiana, como el usado por los aztecas en sus sacrificios rituales, ha desaparecido. La suposición más lógica es que se trata de un asesinato ritual y Martina es asignada al caso. La trama es mucho más rápida y compleja, comparándola con su primer libro. Los personajes son más desarrollados. Los elementos históricos de las culturas precolombinas le dan el grado de realismo necesario para atraparnos con su trama y una vez lo consigue no los suelta. Igual que con su primer libro, la velocidad va mejorando con el pasar de las páginas y el desenlace los dejará sin aliento.
Algunos lectores se han quejado de ambos libros por ser demasiado violentos. A veces los escritores nos emocionamos con las tramas y en el afán de hacerlas tan vívidas como sea posible, abusamos de la realidad (puedo citar como casos similares a Jo Nesbo con El Leopardo o Val McDermid en El canto de las sirenas), pero eso nunca es una falla desde mi perspectiva. El género negro es realista por excelencia y no podemos empezar a ponernos melindrosos en aras de una versión light para almas sensibles. Si la historia lo exige (y solo si la historia lo exige), no tengo problemas. Lo malo es cuando se hace por el simple placer de crear un elemento chocante para darle emoción a una historia sosa (el equivalente de echarle mucha pimienta a un filete mal sazonado). Ese no es el caso con los libros de esta serie. Sin embargo, quedan advertidos.
Conclusión:
Si quieren conocer el género negro en español tienen de donde escoger, pero una de sus elecciones debe ser Juan Bolea. Puedo recomendar sus dos primeros libros y estoy seguro disfrutarán sus lecturas.
Para cerrar:
El año pasado conocí a Juan Bolea. Dos años después de leer sus libros por segunda vez y ampliar mis horizontes me informaron que iba a venir a Panamá y me preguntaron si quería participar en una mesa redonda con él. Por supuesto que acepté y no solo tuve la oportunidad de conversar con un miembro más de la cofradía, sino que conseguí su firma para esos dos libros que en algún momento no supe valorar en su justa medida. Ahora los dos ocupan un sitio en mi librero junto al de otros autores en español. Un sitio que espero siga aumentando con otros ejemplares de todas partes del mundo. Con algo de suerte, con la calidad necesaria para mantener el estándar de los lectores del género que somos exigentes y pocas veces perdonamos los errores (incluso los propios).
Si después de mi muerte me permiten regresar, pediré que sea como escritor del género negro.
En español.
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